Y ya que hablaremos de exenciones, el presente artículo no está ajeno al ambiente futbolero que ya se vive. Así, y antes que en un par de semanas hablemos de Catar 2022, la gran jugada y gol que metieron la dupla suizo-mexicana el 1 de noviembre en Ginebra no puede pasar desapercibida.
En el pasado hemos platicado de la propuesta indo-sudafricana por cuanto a exentar de eficacia a los derechos de propiedad intelectual (PI) respecto a los tratamientos y tecnologías contra el Covid-19. En términos coloquiales, se culpa a los derechos de PI, en especial a las patentes, de la escasez y distribución inequitativa de vacunas.
A dicha propuesta se sumaron varios países. En un principio la Unión Europea se opuso férreamente, para luego suavizar su postura. Los Estados Unidos sorprendieron con un cambio de 360 grados: de un no rotundo por parte del gobierno del presidente Trump, a una aceptación y adopción por parte de la administración Biden-Harris.
Respecto a México, desde un principio, su posición fue loable y responsable. Refrendó su compromiso en torno a las limitaciones de la PI frente a la salud pública. No obstante, manifestó que para que su actualización y aplicación, resultaba necesario, demostrar que las patentes eran la causa del problema.
Aún y cuando las pruebas no fueron presentadas, el tema siguió su curso y, tal como lo anticipamos, primero cedió la pandemia a que se lograra el consenso sobre la exención.
En la Conferencia Ministerial de junio de 2022, se adoptó senda declaración respecto a la respuesta de la OMC ante la Covid-19. Se aceptó que, si bien las medidas en torno a la PI existen, se debe empezar por agilizar y aminorar la regulación y cuestiones de aduanas, así como eficientar las cadenas de distribución. De cierta manera se reconocen a la PI y a la transferencia de tecnología como uno de los factores determinantes para hacer frente a las pandemias.
No obstante, persiste el ánimo no solo que el tema siga, sino que vaya más allá de las vacunas para incluir tratamientos, medicamentos y tecnologías contra el Covid, sus variantes y otras pandemias.
Sobre el particular, las delegaciones helvética y mexicana presentaron el comunicado IP/C/W/693, en el cual afirman que la PI es el elemento necesario para incentivar la innovación y creatividad de los investigadores ante las pandemias, reafirma que ante la salud pública puede haber limitaciones y exenciones, siempre y cuando se pruebe que su actualización es necesaria.
En una aplaudible defensa de la PI, México y Suiza señalan como último recurso a las exenciones. Demuestran que, al 11 de octubre de 2022, 138 acuerdos de licencias de patente —que abarcan 127 países— voluntarias y muchas de ellas gratuitas, han sido firmados.
En aras de la congruencia, las delegaciones de ambos países prueban que, a la fecha, las exenciones de PI no son necesarias y que tampoco deben ir más allá de las vacunas. A lo largo del documento proporcionan datos duros que demuestran que lejos de tener escasez, hay tratamientos en reserva y que se tiene capacidad para hacer frente a una demanda mundial.
A manera de ejemplo, se demuestra que a la fecha, Pfizer tiene la capacidad de producir 120 millones de dosis de Paxlovid, pero que en agosto de 2022 tenía un stock de 41.5 millones; que Merck solo utiliza el 45% de su capacidad para producir el molnupiravir. Respecto a la distribución, organizaciones no gubernamentales y gobiernos de países menos desarrollados adquirieron 35 millones de tratamientos, pero solo 10 han sido distribuidos.
Sin duda, México y Suiza, con datos duros y con la tajante convicción y declaración que, toda vez que la PI no ha sido la causa de los desabastecimientos de vacunas y tratamientos contra el Covid, el sistema no requiere cambio ni actualización alguna, meten un tremendo gol a la satanización politiquera de las patentes.