A medida que crece el uso de autos eléctricos en países industrializados, un número creciente de unidades a combustión desechadas corre el riesgo de llegar a los países en desarrollo, trasladando el problema de la contaminación, destaca un análisis del Banco Mundial.

La creciente producción de vehículos eléctricos impulsará las exportaciones de autos usados, concluye un informe difundido por el Banco Mundial, lo que tendría implicancias para países como México.

“Una rápida transición a la movilidad eléctrica en los países industrializados podría acelerar las exportaciones de vehículos usados con motor de combustión interna a los países de ingresos bajos y medios”, se proyecta en el documento The Economics of Electric Vehicles for Passenger Transportation.

De enero a septiembre de 2022, México importó 151,416 autos usados, lo que representa un crecimiento interanual de 23.8% y el mayor monto desde 2015 en ese indicador para periodos iguales.

También en términos relativos y desde 2015, se trata de la porción más alta (19.4%) de la importación de autos usados entre la venta de vehículos ligeros nuevos en el mercado mexicano, según datos de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP).

A nivel mundial, el volumen de las exportaciones de autos usados ya es grande. En 2018, refiere el mismo informe, la Unión Europea, Japón y Estados Unidos exportaron casi 4 millones de coches usados, de los cuales más de 80% fueron a países de ingresos bajos y medios.

La Unión Europea fue la fuente de más de la mitad del total, incluyendo 1 millón exportado a África, seguida de Japón (27%) y Estados Unidos (18 por ciento).

África, donde los vehículos ligeros usados representan 60% del crecimiento total del parque automovilístico, fue la mayor región importadora (40%), seguida de Europa del Este (24%), Asia-Pacífico (15%), Oriente Medio (12%) y América Latina (9 por ciento).

Entre los países, Serbia, Nigeria y los Emiratos Árabes Unidos importaron el mayor número de coches usados de las tres principales regiones exportadoras.

Los vehículos usados no son necesariamente más contaminantes o menos seguros que el parque móvil existente en un país importador.

Por ejemplo, en Japón las inspecciones de vehículos son muy estrictas y muchos conductores sustituyen sus coches después de unos cuatro años de servicio.

Pero muchos de los coches exportados son están mal mantenidos y a veces se han eliminado los controles de emisiones para recuperar los valiosos metales de los convertidores catalíticos.

Al enviar este tipo de coches a los países de menor renta, las regiones más ricas limpian la contaminación en sus territorios trasladándola a otras partes del mundo en lugar de reducirla en general.

De modo que, según el informe, esto aumenta la contaminación local en los países más pobres y no contribuye a limitar las emisiones globales de gases de efecto invernadero, de forma similar a los desplazamientos de la industria pesada en las décadas de 1990 y 2000.

Ahora bien, unas políticas climáticas más estrictas favorecerán los lugares de fabricación con acceso a una energía más limpia. La producción de baterías para vehículos eléctricos es un buen ejemplo.

Cuanto menor sea su huella de carbono, mayor será el beneficio medioambiental de un vehículo eléctrico en relación con un vehículo con motor de combustión interna (ICE).

Fuente: El economista 15/11/22