La sequía y las heladas tardías continúan golpeando al cereal. Molineros y exportadores en alerta porque no saben con cuánto cereal van a poder comprar, ante una importante caída de la producción
Ya nadie pone en duda que la actual campaña de trigo es uno de los mayores desastres productivos que se dieron en las últimas décadas para el sector agropecuario. A la feroz sequía que afecta al país por tercer año consecutivo, se le sumaron las heladas tardías, que le dieron una suerte de estocada final al cultivo. Lo peor es que todavía no se terminaron de dimensionar los daños y las pérdidas, lo que lleva a dudar si el trigo que produzca Argentina este año alcanzará para las necesidades internas del país y para honrar sus compromisos externos.
La pregunta no solamente se la hace el campo, sino que en el Gobierno es una seria duda que preocupa y donde las certezas se hacen más esquivas a medida que se hacen nuevos ajustes a las proyecciones. La última la realizó la Bolsa de Cereales de Buenos Aires (BCBA), que la recortó en 1,2 millones de toneladas y la llevó a 14 millones, volumen que está atado a más potenciales mermas ya que las heladas de esta semana todavía no fueron mensuradas, mientras que la Bolsa de Comercio de Rosario (BCR) considera que la trilla del cereal se ubicará en 13,7 millones de toneladas.
Por su parte, la Secretaría de Agricultura, Ganadería y Pesca todavía mantiene –o por lo menos todavía no lo comunicó– 16 millones de toneladas, que a esta altura suena a milagro. Pero un síntoma de que esta proyección ya no es creíble se da con la medida que tomó el miércoles en la cual permite prorrogar embarques de trigo por 360 días.
Básicamente, esto permite a los exportadores reprogramar los despachos por un plazo de un año sin pagar las penalidades por incumplimiento y, al mismo tiempo, tener un mejor panorama a la hora de administrar el cereal teniendo en cuenta el consumo interno. O sea, ante la incertidumbre que existe respecto a cuánto trigo va a producir el país en esta campaña, se permite posponer embarques de cara ya a la próxima campaña, mientras se busca darle algo de certidumbre a la molinería en cuanto a la disposición de materia prima.
“Año difícil”
“El panorama es muy difícil, porque el país iba a producir 20 millones de toneladas, pero solo va poder cosechar alrededor de 13 millones”, dijo a Infobae el presidente de la Federación Argentina de la Industria Molinera (FAIM), Diego Cifarelli. Ese volumen, si bien es mucho menor, es sumamente preocupante para el sector cuando se tiene en cuenta que “Argentina tiene comprometidas en torno a 10 millones de toneladas para venderle a nuestros clientes en el mundo. Entonces solo iban a quedar 3 millones para consumir internamente, pero para moler necesitamos 6,5 millones”.
Es por eso que Cifarelli cree que con la decisión tomada por el Gobierno nacional “más allá de que estamos convencidos de que Argentina tiene que cumplir con sus compromisos en volúmenes de exportación, al empalme se llega bien y esto le quitó bastante tensión en el mercado y está apareciendo un poco más de oferta de trigo”.
Si bien está medida puede asegurar que la materia prima de la harina se quede en el país, Cifarelli observa dos problemas. El primero existe una cuestión que es transversal a todos y es que no se sabe cuánto trigo se producirá y, el segundo, es que el que haya hay que conseguirlo.
“Si bien creo que el trigo va a estar, eso no significa que te lo vendan. Hay que seducir al que lo tiene para que nos lo venda y esto dependerá de la astucia molinera en ese aspecto. Después, obviamente, lo más importante es ver dónde termina el daño que generó esta sequía. Las 13 millones de toneladas no están aseguradas, porque las heladas siguen haciendo daño, y ese volumen se puede ir a 12 u 11 millones”, alertó.
No obstante, el dirigente empresarial entiende que si en el país las cantidades o la oferta escasea está abierta la posibilidad de la importación de trigo, que “es una variable que tendríamos que poder tener si es que los precios internos son superiores a los externos. Ahí tenemos que tener una puerta de entrada. y también si no encontramos la manera de poder tenerla internamente poder conseguirla afuera, como cualquier otro producto”.
Catástrofe climática
Para el presidente de la Cámara de la Industria Aceitera y del Centro de Exportadores de Cereales (Ciara-CEC), Gustavo Idígoras, primero hay que tener en cuenta que “Argentina perdió 9 millones de toneladas de trigo, lo que nos ubica en una catástrofe climática”. Ese volumen que no se producirá es equivalente a las toneladas que los exportadores anotaron a través de Declaraciones Juradas de Ventas al Exterior (DJVE) cuando el Gobierno abrió el registro de una manera sumamente temprana.
“Como el Gobierno siempre está necesitado de dólares, abrió un cupo para anotar trigo para tener adelantos por pago de derechos de exportación y eso generó que tengamos 9 millones de toneladas para exportar. Pero eso expone un problema, porque estamos hablando de 9 millones de toneladas para exportar sobre 12 millones de producción, como algunos ya dicen. Teniendo en cuenta que la molinería se lleva 6,5 millones, podría haber faltante de trigo”, dijo Idígoras.
Si bien CIARA-CEC estaba dispuesta a judicializar cualquier restricción a las exportaciones, ante el problema de una producción incierta de trigo y de cómo se disponda de él, la entidad empresaria propuso desregular la fecha de los embarques y despenalizar el no cumplimiento de los mismos. “A partir de esto empezamos un diálogo con los compradores con Indonesia, Malasia y del norte de África, para ver cuando podemos reprogramarlos”, comentó Idígoras.
“Pero mientras tanto vamos viendo qué trigo hay, porque hasta el momento todavía no sabemos qué cantidad de cereal va a haber disponible para exportar o para el mercado interno. La parte buena de esta norma es que te deja reprogramar hasta dentro de un año, o sea, poner en embarques a diciembre de 2023, cuando ingresa la producción de la próxima campaña. Mientras tanto algo se va exportar, pero tenemos que saber cuánto trigo va a haber y en qué condiciones, porque hay productores que destinan el trigo al forraje, ya que no está en condiciones de ser vendido”, señaló el dirigente empresario.
Para Idígoras, el contexto productivo y de disponibilidad “se va a ir analizando semana a semana. Una vez que podamos reprogramar los embarques, veremos los datos de la cosecha y, en tercer lugar, los precios del mercado interno, porque si están muy por encima, claramente el exportador no tiene un negocio para desarrollar y quedará ese negocio para la molinería”.
Precios
Para el consultor Dante Romano, existe un consenso entre exportadores, industrias y operadores en que, en estos momentos, Argentina producirá entre 13 a 14 millones de toneladas, aunque algunos actores de la cadena ya hablan de 12 millones. Con estos volúmenes el “mercado estaba en vilo”, más teniendo en cuenta que el sector exportador había anotado 9 millones de toneladas para despachar,
No obstante, y si bien esas DJVE están presentadas, la exportación tiene compradas unas 3 millones de toneladas y 2 millones más con precio a fijar. Si se cuentan las 6,5 millones que consume la industria, todavía el mercado podría estar en una suerte de equilibrio.
Ahora bien, Romano plantea uno de los problemas que está enfrentando tanto la molinería como los exportadores son los precios del trigo, lo cual genera “mucha preocupación”, sobre todo en el mercado interno.
El mayor inconveniente en este último punto radica en que la mayoría de los molinos se encuentran en el norte de la provincia de Buenos Aires y en Córdoba, provincias trigueras en las que la sequía golpeó con mucha fuerza. Por lo tanto la región no aporta la materia prima “barata” este año y “no están pudiendo comprar lo que necesitan en tiempo y forma, por lo que comienzan a movilizarse a otros lugares para conseguirlo pagando locuras, como por ejemplo en Entre Ríos y en el norte, con valores de USD 410 la tonelada”.
Por el lado exportador, la capacidad de pago de las empresas se ubica en USD 310 la tonelada, cuando al trigo lo tendrían que pagar USD 345, por lo que “perderían mucha plata si salen a comprar ahora el trigo para cumplir los embarques. El trigo argentino subió mucho de precio por la sequía y hoy al exportador no le conviene ponerle precio y embarcar las 5 millones de toneladas extra, lo que le da lógica a la postergación de los embarques, mientras que por su parte, los molineros piden que embarquen lo menos posible y el Estado dice que si se embarcan los 9 millones de toneladas se va a tener un problema superlativo con el abastecimiento interno. Es por eso que a todos les conviene la postergación”, finalizó Romano.